Y aquí estamos ella
y yo otra vez solas. No quiero ni mirarla, la he cogido miedo. No quiero oír lo
que me va a decir no quiero sentirme como me va hacer sentir.
Y pensar que no hace
tanto ella y yo nos queríamos, nos llevábamos muy bien. Desde pequeñita mi madre
me dijo que ella siempre sería mi mejor amiga, que teníamos que respetarnos. Y
ahora………
La miro y ella me
está mirando con esa cara de asco que me tiene hundida. Me grita”FEA GORDA NO
SIRVES PARA NADA”. Estoy a punto de echarme a llorar. Delante del resto me hago
la fuerte, pero con ella no puedo, nos tenemos demasiada confianza. Sabe donde
darme para hacerme daño, me conoce mejor que nadie. Es la más consciente de
todas mis virtudes, pero también de todos mis defectos y últimamente no para de
recordarme estos últimos. No sé por qué pero me tiene totalmente controlada; a mí,
la que presume de pensar por sí misma y ser independiente. Y es que solo quiero
complacerla. Si me llama gorda dejo de comer, si me llama fea me maquillo hasta
no parecer yo, y esto me está matando por dentro.
Tras pasar un rato
más mirándola oyendo todo lo que me grita y reflexionando sobre la mierda que
soy, me despido de ella con la autoestima un poco más baja. La miro por última
vez e intento sonreírla, ella me imita. Pero ya nada es igual que antes. La
sonrisa de la chica de detrás del espejo no ha vuelto a ser la misma desde que
dejé que la sociedad dirigiera sus
pensamientos.
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